Diarios del Monte
El monte te amansa, tantos siglos de sabiduría hay en el que nuestros propios miedos y locuras de ciudad o se curan o se intensifican; el monte te enseña, hay que valerse de paciencia y respeto para que el monte se nos haga amigo.
Llevo veinte dias viviendo en una casa abandonada, en el monte, es bastante austera la vida aqui, hay insectos de todo tipo, de los mas índefensos como una mosca, hasta venenosos como escorpiones, por las noches a la hora de dormir nos aseguramos estar bien tapados, para evitar que algún insecto se aloje dentro de nuestras bolsas y nos genere un dolor de cabeza o aun peor. Hay que salir a buscar leña a diario para el almuerzo y la cena, hay que acostumbrar los ojos a la oscuridad, "es mejor por si te quedas sin pilas en tu linterna". Aqui en el monte los sentidos dormidos se despiertan y volves a sentirte vos, el olfato, la visión y el oído se agudizan. El calor durante el dia es intenso y por las noches la temperatura baja, te hace tiritar y permanecer al lado del fogón. La carencia de agua es otro reto, a nuestras cómodas vidas de ciudad, todas las mañanas tenemos que llenar bidones con agua, para poder bañarnos o limpiar los cubiertos de cocina. El monte te doma, te enseña y acompaña. Te muestra y habla de lo bien que se puede vivir lejos del consumismo y las modas, te enseña a organizarte, te enseña de paciencia, si dejas de lado las costumbres efímeras de ciudad. El monte te premia con sus frutos, siempre dispuesto a compartir sus secretos, si aprendes a respetarlo y cuidarlo. De lo contrario puede generar mucha pobreza, desesperación y locura, hasta la muerte misma puede manifestarse en un segundo. El monte te amansa, el silencio te habla, el viento se hace escuchar con el sutil mecer de los arboles, ruidos lejanos trae el viento, voces, pasos y motores, las aves vuelan cerca y cantan hasta parece que te hablan y de a ratos de nuevo todo se aquieta y cae el silencio. El monte te doma.
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